“Durante la mayor parte de la historia, Anónimo fue una mujer”. Virginia Woolf
Es muy probable que, a lo largo de tu vida, hayas leído a algún escritor clásico, de esos que llevan ya mucho tiempo muertos y que el canon literario considera imprescindibles para la formación académica. Mínimo has visto alguna película o serie basada en su obra, o de perdida, en alguna revista los 10 libros que debes leer antes de morir. Pero, ¿te has dado cuenta de que la mayoría de estas listas “imprescindibles” son libros escritos por hombres?
Déjame contarte que muchas de estas obras clásicas fueron también escritas por mujeres, quienes ante la oposición sexista de que las mujeres pudieran ser escritoras, tuvieron que recurrir al uso de seudónimos, publicar de manera anónima, o bajo algún artilugio que no delatara su identidad, todo con el propósito de que sus escritos fueran tomados en serio.
Escritoras de la talla de las hermanas Bronte firmaron como Currer, Ellis, y Acton Bell; Mary Ann Evans como George Eliot; Amantine Auroe Lucile como George Sand; Jane Austen, quien solo firmaba como “Por una mujer” (by a lady); Mary Shelley, quien al publicar de manera anónima Frankenstein, se pensó que había sido escrito por su esposo, el poeta Percy Shelley; y ya en la actualidad ¿te suena J. K. Rowling?, pues tuvo que firmar con las siglas de su nombre para que no se supiera de entrada que es una mujer.
La mayor parte de las veces, leer libros clásicos es visto como una práctica un tanto aburrida, complicado en su lenguaje, o pasado de moda; sin embargo, si eres un lector habitual de libros clásicos, sabes que no puede haber nada más alejado de este prejuicio. Leer clásicos es tan emocionante como abordar la máquina del tiempo o estar en una sesión espiritista donde se hace hablar a los muertos.
No es de sorprender que las historias de las cuales nos hablan puedan resultarte familiares, reconocibles o te resuenen en algo, si bien los autores clásicos se han dirigido a los lectores de su tiempo, el amor, el odio, el sufrimiento, el anhelo, o cualquier otro sentimiento, forman parte de la condición humana en cualquier tiempo.
En el caso de las mujeres escritoras encuentro, además, una forma muy peculiar de abordar los sentires humanos, el lenguaje femenino y la óptica desde que abordan las alegrías y penurias se revisten de códigos especiales, a veces sutiles, a veces crudos y feroces para contarnos y muchas veces exponer la condición y el lugar en el del tiempo que les tocó vivir, cuentan a detalle las costumbres de las que gozaron o vivieron sometidas.
Con sus voces podemos hacer un balance de la evolución, o no, de la sociedad en que vivieron y hasta nuestros días. Las mujeres escritoras, sin duda, nos presentan un discurso diferente, a veces desconocido por muchos, obviado y muchas veces anulado, pues suelen poner el dedo en la llaga sobre aspectos complejos de la condición humana, y particularmente sobre su condición como mujer.
Las entrelíneas de su pluma nos pueden contar más que un romance, o del amor maternal, sus letras contienen mensajes que las mujeres de cualquier tiempo podemos descifrar, sufrimos con ellas, anhelamos con ellas, amamos con ellas, nos desengañamos con ellas, empatizamos con ellas, pues siempre hay situaciones del pasado que las mujeres de hoy podemos muy bien entender.
Leer escritoras clásicas sin duda representa un reto, pues sus códigos pueden quedar ocultos para quienes no están dispuestos a desentrañar la otredad del alma y pensamiento femenino. Sin embargo, te invito a visitarlas, a tratar de comprenderlas, a aplaudirlas, a juzgarlas, a otorgarles un lugar en el pódium, que muchas veces les ha sido negado, porque sus voces, como sirenas enigmáticas, aún resuenan en el tiempo, y porque por simple justicia y en honor a su talento, aún les debemos.
Por: Fabiola Garcíapiña
Fabiola Garciapiña, es egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; trabajó por 18 años en el sector público como analista político. Lectora empedernida desde temprana edad, ha participado y dirigido diversos clubs de lectura temáticos y enfocados en escritoras clásicas. Actualmente, colabora en la Librería El gato lector, en el club de lectura de escritoras clásicas.